El Tinglar

Neonato de tinglar rumbo al agua en Ocean Park (Foto por Castrillo)

Introducción del reporte de este verano 2012 sobre los factores que afectan los tinglares en Ocean Park, Maunabo y el Corredor Ecológico del Noreste:

Las tortugas marinas Dermochelys coriacea (tinglares) se encuentran entre las especies en peligro de extinción de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés) (Wallace et al., 2009, Sarti Martínez et al., 2000), y por lo tanto el entendimiento de los procesos básicos de estas tortugas: anidamiento, eclosión y supervivencia, son importantes para ayudar a su conservación y evitar su extinción. Se ha encontrado que la población a nivel mundial de los tinglares ha disminuido en un ~67%. (Rafferty et al., 2011).  Sin embargo, irónicamente muchas poblaciones de estas tortugas marinas se encuentran estable o han crecido en el Océano Atlántico (Wallace et al., 2009, ver Fossette et al., 2008). Donde ha habido mayor reducción ha sido en el Pacífico del Este, con un 90% de disminución en las últimas dos décadas (Rafferty et al., 2011). Un ejemplo de esto es Santa Cruz en el Caribe donde tienen un proyecto de alrededor de 15 años relocalizando aproximadamente la mitad de los nidos y esto ha ayudado al incremento exponencial en el número de anidamientos (Wallace et al., 2009, ver Dutton et al., 2005). Las tortugas marinas necesitan buena salud por parte de los arrecifes de coral, pastos marinos, comida y refugio y un buen pasaje seguro a través de la costa y en los corredores de migraciones (Piniak et al., 2011).

La razón de la disminución de los tinglares no se sabe con certeza, pero existen varias teorías, como la mortandad en las etapas tempranas (huevos y neonatos), recogido de huevos, desarrollo costero y mortandad en adultos dado por la captura accesoria (pesca accidental) y caza furtiva de tinglares (Wallace et al., 2009, ver Lewison et al. 2004); degradación del hábitat, inundación de marea, bacterias y hongos (Rafferty et al., 2011).

Anualmente la captura accesoria en el Atlántico Norte captura alrededor de varios de cientos de tinglares, pero la mortandad es bastante baja en este tipo de pesca. (Wallace et al. 2009, ver Watson et al., 2005).

El proceso de anidamiento va más allá del acto de poner huevos en una playa. Entre los factores a tomarse en consideración están: la genética, alimentación de las madres tinglares, lugar del nido, cantidad de veces y época (desde el principio hasta el final de la temporada) en que una hembra anida, supervivencia de las madres tinglares, estado de la playa, entre otros. La probabilidad  de supervivencia de las tinglares hembra es de 95%. (Dutton et al., 2005, ver Chaloupka et al., 2002). Por lo tanto existe mayor probabilidad de que más madres tinglares logren llegar a las playas y anidar.  De 7 especies de tortugas marinas, los tinglares tienen el menor promedio de éxito anidamiento (~50%) (Perrault et al., 2012).

Ocasionalmente las madres tinglares anidan en diferentes playas en una misma temporada (Dutton et al., 2005). Entre 1994 y 2001 se encontró que al menos 14 tortugas que anidaron en Santa Cruz fueron marcadas en islas vecinas como Culebra, Puerto Rico, Vieques, Puerto Rico, Islas Británicas, Anguila (Boulon et al., 1996), y Dominica (Dutton et al., 2005). Dado a esta información se hace hincapié de que se debe trabajar en distintas islas, en conjunto, para crear proyectos de conservación de tinglares a largo plazo.

Las madres tinglares que regresan a anidar temprano en la temporada de anidamiento producen más nidos y tienen un promedio mayor de éxito en eclosiones que las nuevas madres tinglares. (Rafferty et al., 2011). A esto se le suma que, el éxito en eclosiones disminuye mientras progresa la temporada de anidaje. (Rafferty et al., 2011, Santidrián et al., 2009). En otras palabras, la madres tinglares nuevas tienen menos posibilidades de ayudar a aumentar la cantidad de tinglares en su primera temporada de anidamiento. Las madres tinglares regresan a sus playas natales cada 3-4- años desde que alcanzan su madurez sexual, donde dejan alrededor 7 nidos en una temporada.  (Eckert et al., 1990, Reina et al., 2002), otros proponen 6-11 nidos por temporada (Perrault et al., 2012). Durante el periodo de anidamiento una hembra retornará cada 9-10 dias para dejar un promedio de 65 huevos por nido. (Rafferty et al., 2011, Reina et al., 2002, Steyermark et al. 1996) u 70-85 huevos por nido (Perrault et al., 2012).

Un asunto poco estudiado es cómo la alimentación de la madre tinglar afectará al desarrollo de los neonatos. El Selenio (Se) y el Mercurio (Hg), nutriente y contaminante respectivamente, tienen efectos adversos al éxito de eclosión de neonatos de tinglar. Dado a que los tinglares no tienen cuido parental, su supervivencia recae en los nutrientes y en los alrededores donde los embriones y neonatos se encuentren. (Perrault et al., 2012). Los nutrientes  que los embriones necesitan para desarrollarse se encuentran en la yema y en el albumen, por lo tanto, lo que la madre tenga en su cuerpo lo repartirá a los embriones. La dieta de los tinglares se compone de zooplancton gelatinoso (Jones et al., 2011). Elementos necesarios como el Se y los no necesarios como Hg son obtenidos por la comida (Perrault et al., 2011). (Perrault et al., 2011) encontró que en los tinglares de la Florida, EUA, tenían una cantidad de mercurio que va desde 0.003 a 0.088 ppm (media: 0.026ppm). En otras palabras si un tinglar disminuye su consumo de comida tiene probabilidades de disminuir sus niveles de Se y Hg, pero puede estar más expuesto a que el Se en el cuerpo no pueda reducir los efectos del Hg.

Uno de los problemas poco atendido es la contaminación lumínica. Para hacer sus investigaciones sobre el firmamento en la actualidad, Galileo tendría que escaparse a lugares remotos para hacerlo dado a que la Tierra se ha vuelto más brillante durante la noche (Hölker, 2010). La urbanización y el desarrollo costero incrementan la exposición de la playa y de las especies que habitan en ella a luces artificiales en horas nocturnas.  Estudios que abarcan el tema de la contaminación por luz revelan que las luces artificiales son una causa de mortandad en especies de aves migratorias y de tortugas marinas (Rich y Longcore, 2006) a nivel mundial. Resulta que para especies como éstas, las costas forman parte integral de su desarrollo y supervivencia y, aunque este problema esté siendo atendido por agencias gubernamentales y por diversos grupos colaborativos, el crecimiento poblacional en lugares como la costa del sureste de Florida (Rich y Longcore, 2006) y la costa noreste de Puerto Rico es contraproducente a estos esfuerzos de mitigación. Las tortugas marinas, naturalmente, al momento de anidar y de eclosionar se orientan en una playa totalmente oscura debido a la iluminación de la luna y las estrellas en el firmamento nocturno celeste. La contaminación lumínica influye directa e indirectamente en estos procesos naturales por el alumbrado aledaño a la playa y por las construcciones que, no necesariamente están justo en la costa, pero que iluminan también esta zona a través de su reflejo en el cielo, causando desorientación y, eventualmente, la muerte. El tinglar es una de las especies marinas que se ve afectada por el desarrollo costero. Si la playa está indebidamente iluminada, es posible que la hembra que vaya a anidar haga el intento de hacerlo y busque otras partes de la playa con sombra para hacerlo, y así evitar ser vista por depredadores terrestres y proteger mejor su nido. En el caso de los neonatos de tinglar, la iluminación artificial es sumamente peligrosa, pues en vez de orientarse por la luz natural del horizonte oceánico, se dirigen hacia estas luces llamativas, terminando en la boca de algún depredador, siendo aplastados por automóviles en la carretera, tropezando con muros de edificios y postes, o simplemente, perdiendo toda su energía merodeando la playa en busca de la ola marina que las lleve a su hábitat.

Esta investigación busca encontrar los factores antropogénicos y naturales que afectan el anidamiento, eclosión y supervivencia de tinglares en las diferentes playas los pueblos Maunabo, Luquillo y San Juan.

Autores: Zoelie Ocasio, Jennifer Cardé, Tania Hernández, Amy Orta y Eleinie Otero


Cámaras- Juan Luis Castrillo, Grace Matos y Alfredo Montañez
Edición- Alfredo Montañez
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