Un grupo de vecinos de la zona norte protege al tinglar.
Por Myrna Vázquez Rivera En las costas de Arecibo y Barceloneta, un grupo de ciudadanos cuida con celo a un habitante especial y la razón la llevan por nombre: “Yo amo el tinglar”. Se trata de una iniciativa de conservación que lleva a cabo el Comité Arecibeño por la Conservación de las Tortugas Marinas, Inc., mediante la cual este grupo de voluntarios organizados vigilan un tramo de la costa norteña con la tarea de documentar y proteger la actividad de anidaje de las tortugas. Este año, la vigilancia y protección se extendió hasta las playas de Hatillo, gracias a la iniciativa de vecinos preocupados por el anidaje de las tortugas en esa zona. Y es que estas playas se han identificado como un hábitat de máxima importancia para la preservación de tortugas como el Carey, el Peje Blanco, y el Tinglar que está en peligro crítico de extinción. La educación juega un rol fundamental para la organización que ofrece conferencias a escuelas, comunidades y a grupos que visitan las playas, para minimizar los riesgos que ponen en peligro la supervivencia del Tinglar. “La importancia mayor de este proyecto es la educación, llegar a la mayor cantidad de personas para que conozcan nuestro trabajo y que más personas de otros pueblos del litoral costero de toda la Isla se unan”, explica Rosa Mastache, coordinadora de la iniciativa. La organización, que no posee un local desde donde dirigir sus esfuerzos, ha identificado un antiguo Head Start que desean adquirir para desarrollar el museo del Tinglar, un área para ofrecer talleres, conferencias y desarrollar sus esfuerzos de una manera más formal. “Necesitamos un lugar donde reunirnos y llevar a cabo las charlas, hacer un centro de información y hasta un museo” expresó Myrna Concepción Torres, también coordinadora del proyecto, que reclama que “aún hay gente que no conoce que hay vida en esta arena”. Los voluntarios recorren diariamente las playas de la zona en busca del rastro de tortugas marinas que les indican el inicio de la temporada de anidaje, que comienza en marzo y se extiende hasta julio. Toman medidas, anotan datos sobre la localización del nido y estiman la fecha de eclosión. “Yo cargo conmigo un rastrillo y con él borramos el rastro con el propósito de que si viene algún depredador no sepa donde está el nido, el depredador principal es el ser humano. Hacemos esto porque están en peligro de extinción y si no las protegemos, mis nietos y los hijos de mis nietos no las van a conocer”, afirma Luis F. Jiménez Concepción, uno de los vigilantes de las tortugas en la playa. Para Tania Ahorrio Matías, “esto es una lucha, es pacífica pero es lucha, es proteger algo que es de nosotros. Una tortuga que nace aquí en una playa de Arecibo es arecibeña y puertorriqueña”. Esta colaboradora de la organización ofrece charlas educativas, y participa del monitoreo, la excavación de nidos, el conteo de tortugas, la liberación de tortugas al mar, y en la limpieza de las playas. La iniciativa ciudadana cuenta con los permisos y la colaboración del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales. No obstante, los voluntarios aseguran que la participación activa de la comunidad es indispensable para el éxito de este tipo de proyecto. Si interesa unirse, puede encontrar más información en www.yoamoeltinglar.com o escribir a info@yoamoeltinglar.com. Recurso: http://www.elnuevodia.com/cuidadoresdeunaespecieindefensa-1406763.html#.UMvLGd8U3xw.facebook
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