![]() Por Osman Pérez Méndez / osman.perez@gfrmedia.com El centro de control es un pequeño cuarto refrigerado lleno de pantallas, computadoras, y otro arsenal de equipos electrónicos. Desde allí, con un sofisticado brazo mecánico y otros aparatos se controlan los dos robots submarinos que se sumergen a grandes profundidades para filmar y recolectar muestras de rocas, suelos y organismos. “Estos son instrumentos y equipos bien costosos, es un recurso que casi nadie tiene. Nos abre las puertas al mar profundo, que es una zona de la que casi no se sabe nada”, dijo el profesor de biología marina Roy Armstrong sobre la cubierta del navío de investigación E/V Nautilus, que ayer descansaba en el puerto de San Juan tras varios días de investigaciones alrededor de la Isla. “Son vídeos de alta definición. Cada vez que la cámara hacía zoom, se veía un montón de organismos. Como biólogo no tenía idea de la alta biodiversidad que había a esas profundidades. A 1,500 metros (de profundidad) los vídeos muestran una biodiversidad increíble”, añadió el profesor, aclarando que todo el material de las investigaciones será ahora analizado en diferentes universidades para luego dar a conocer los resultados. Según explicaron, en ese centro de comando, en el que se trabaja 24 horas en tres turnos de trabajo, se acomodan el navegante -que mantiene comunicación con capitán del navío-; los pilotos de Argos y de Hercules, los dos robots sumergibles; la persona a cargo del control de vídeo; el educador -que comparte información a través de internet-; y el equipo científico que generalmente incluye a un biólogo, un geólogo y otra persona a cargo de entrar los datos. Este laboratorio flotante cuenta con 48 personas a bordo, 17 de ellos tripulantes del buque. Proceden de Estados Unidos, Rusia, Alemania, Australia, Ucrania, Canadá y en la reciente misión sumaron también a puertorriqueños. La trinchera de Puerto Rico El científico Dwight Coleman explicó que se adentraron en zonas de la isla Desecheo, el canal de Mona, el pasaje de Anegada, la trinchera de Puerto Rico. “Sabemos que hay una falla activa en el área de Mona e hicimos inmersiones allí. Hay un gran deslizamiento que se asociaba al terremoto de 1918. Lo que vimos parece más antiguo que eso, pero fue solo una sección. El deslizamiento es mucho más grande”, detalló Coleman. El área de Desecheo probó ser particularmente rica en biodiversidad. Las imágenes lo dicen todo, coloridos corales y esponjas, curiosos erizos, estrellas de largos brazos, una mantarraya violeta, un misterioso pececillo rosado, otro pez naranja de aletas blancas y grandes ojos, gusanos al borde de precipicios, una reluciente agua viva rojiza, una escurridiza morena que se ocultaba dentro de una esponja, el invasivo pez león, y grandes tiburones de seis agallas y una gran aleta caudal que se movían en las profundidades. Para la bióloga y oceanógrafa Graciela García Moliner fue emocionante ver muchas de esas imágenes por primera vez. Dijo que es probable que se hayan encontrado nuevas especies, particularmente de corales. García Moliner resaltó que este tipo de investigación abre muchas puertas. “No es solo biología y geología. Aquí se necesitan ingenieros, mecánicos, el que trabaja la electricidad, la cámara, el vídeo, la robótica. Aquí vinieron niños que bregan con robótica y trajeron sus aparatos para compararlos con Hercules, y vieron cosas que yo no había visto, unas cámaras bien pequeñas”. La científica añadió que desde 1985 no se hacía una investigación con sumergibles en Puerto Rico. “Aunque el vídeo de entonces no tiene nada que ver con estas imágenes de alta definición de ahora. Y todo esto tiene aplicación práctica. Las muestras geológicas, esas rocas hablan. Cuando las abran van a poder decir si ese deslizamiento fue la causa del terremoto y tsunami del 1918. También se han hecho mapas de profundidad, se llenó mucha información que faltaba”. La geóloga Martiza Barreto, de la UPR, siguió la investigación desde tierra y comentó que la información recopilada permitirá saber cuán activa está la falla cercana a Mona. “Vamos a saber qué está pasando, cuán vulnerable está la zona. Esa falla se pensaba que continuaba pasando el bloque de Mona, pero ahora se vio que tiene unos límites. Es mucha información nueva”. Ingeniosos artefactos Uno de los elementos más importantes de esta investigación y sin los cuales ni siquiera se podría pensar en llevarlas a cabo son el dúo de robots sumergibles Argus y Hercules. Argus está conectado a un grueso cable de acero con fibra óptica en su interior que lo puede llevar hasta 6,000 metros de profundidad. Este robot tiene un complejo sistema de baterías, sensores de navegación, radares y sonares, cables de fibra óptica, potentes luces y hélices propulsoras. Hercules está conectado a Argus por un cable de fibra óptica de 100 pies, y posee un sofisticado sistema de luces y cámaras que le permiten ver en todas direcciones, además de la cámara de video principal de alta resolución. Posee unos láseres que le permiten establecer la escala correcta de lo que están viendo las cámaras. También tiene un sistema de láseres y cámaras para elabora mapas, así como su sistema de navegación, radares y sonares. Un conjunto de varias hélices propulsoras le permiten movimientos horizontales, verticales y diagonales. Tiene contenedores para recoger muestras de suelos, rocas y organismos, además de unas botellas que colectan el agua a diferentes profundidades. Puede bajar hasta 4,000 metros de profundidad. Tiene dos brazos mecánicos capaces de llevar a cabo complicadas y precisas maniobras, desde tomar un pedacito de un delicado organismo, hasta cortar un duro pedazo de roca o enterrar un tubo para recoletar sedimentos. Cuando se sumergen, Argus ilumina toda la zona de trabajo y siempre está mirando a Hercules. “La teconología no es tan diferente a la que ves en otras partes. Las cámaras son las mismas, lo que cambia son los caparazones protectores, que tienen que ser más fuertes, y para eso se usa titanio y otros metales”, explicó el ingeniero y operador de Hercules, Reuben Mills. “Mientras más profundo vas, más tienes que gastar. Pero el resto es tecnología hidráulica industrial, modificada para usar bajo agua”. El ingeniero admite que controlar un aparato cuyo costo es de unos $4 millones no ha estado libre de algún que otro susto y momentos de tensión. “Pero lo mantenemos bajo constantes chequeos. Es como un (avión) 747, que luce complicado pero lo verificas todo el tiempo. Hay momentos de estrés, pero es como un policía que tienes momentos de tensión y algo de temor, pero los superas”, dijo Mills, añadiendo que la destreza para manejar los sofisticados brazos mecánicos “la adquieres con práctica, ya tengo 10 años de práctica manejando el brazo en miniatura (que controla el brazo mecánico)”. Recurso: http://www.elnuevodia.com/exploradoresdelasprofundidadesestudianlaisla-1623016.html Ver Album de fotos
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